La Casa Blanca eliminó oficialmente las reglas propuestas por la administración anterior que exigían reportes obligatorios para el entrenamiento y despliegue de grandes modelos de inteligencia artificial. Silicon Valley celebra, mientras crecen las críticas sobre los riesgos globales.
La administración de Donald Trump anunció la revocación oficial de las políticas regulatorias de inteligencia artificial impuestas durante el mandato de Joe Biden. Estas normas, establecidas en octubre de 2023 como parte de una orden ejecutiva, exigían que las compañías tecnológicas informaran al gobierno federal cuando entrenaran o implementaran modelos de IA con alto poder computacional, así como detalles sobre la infraestructura utilizada y medidas de seguridad aplicadas.
El argumento del actual gobierno es claro: «La administración Biden estaba sofocando la innovación en nombre de la seguridad», dijo un portavoz del Departamento de Comercio. “Queremos que las empresas estadounidenses lideren la revolución de la IA, no que huyan por exceso de regulación”.
La medida fue anunciada apenas una semana después de que la administración Trump desmantelara también la National AI Safety Institute (NAISI), un organismo creado para promover prácticas de desarrollo seguras en modelos de frontera. Ambas decisiones representan un cambio de 180 grados en la política tecnológica de Estados Unidos.
Silicon Valley festeja, los reguladores internacionales se inquietan
Empresas como OpenAI, Anthropic, Google y Meta habían expresado previamente su preocupación por la carga burocrática y la posible fuga de talento ante marcos regulatorios demasiado restrictivos. Desde el sector privado, se interpretó la decisión como una señal de respaldo a la competitividad.
“Limitar el desarrollo de IA por miedo a sus riesgos es como frenar la industria automotriz por temor a los accidentes”, opinó un ejecutivo de una de las principales compañías de IA que pidió no ser identificado. “Esta decisión devuelve a Estados Unidos a su posición de liderazgo”.
Sin embargo, el retiro de estas normas genera inquietud en ámbitos académicos, regulatorios y multilaterales. Las reglas revocadas exigían reportar entrenamientos que superaran los 100 zettaflops (para modelos de lenguaje) y despliegues en clusters con más de 10.000 GPUs, límites considerados razonables por expertos en ciberseguridad.
“El control sobre modelos tan poderosos es necesario. No se trata solo de competitividad, sino de proteger la estabilidad digital global”, expresó un ex funcionario de la administración anterior vinculado al Departamento de Energía.
Geopolítica de la IA: lo que está en juego
Con esta decisión, Estados Unidos se distancia de la postura europea, donde el Parlamento acaba de aprobar la Ley de Inteligencia Artificial que impone obligaciones estrictas para modelos fundacionales como GPT o Gemini. También se aleja del enfoque pro-regulación defendido por Naciones Unidas y países del G7.
La reversión de las normas ocurre en un contexto de creciente presión geopolítica por el dominio de la inteligencia artificial. Mientras China avanza con una regulación vertical centrada en el control estatal, Estados Unidos opta ahora por dejar el rumbo en manos del sector privado.
“Esta medida puede atraer inversión, pero también abre la puerta a desarrollos sin supervisión que podrían terminar explotando vulnerabilidades sociales o democráticas”, advirtió un analista de la Universidad de Stanford especializado en gobernanza tecnológica.
¿Y ahora qué?
El nuevo enfoque plantea interrogantes clave para el futuro:
- ¿Quién vigilará la seguridad de los modelos más avanzados?
- ¿Cómo se prevendrá el mal uso de la IA sin herramientas de auditoría pública?
- ¿Se profundizará la fragmentación global en políticas de IA?
La Casa Blanca no descartó nuevas guías futuras, pero aclaró que cualquier iniciativa futura será “pro-crecimiento, pro-innovación y liderada por la industria”.
En paralelo, legisladores demócratas ya evalúan proyectos de ley que restauren parte del marco derogado, aunque el escenario político hace difícil su aprobación antes de las elecciones presidenciales de noviembre.
Lo cierto es que Estados Unidos ha cambiado su brújula en inteligencia artificial. La apuesta ahora es clara: acelerar sin frenos, y confiar en que el mercado sabrá autoregularse. Una decisión que entusiasma a los gigantes tecnológicos, pero que deja dudas sobre cómo se protegerán los intereses públicos en una era dominada por algoritmos cada vez más poderosos.