Google revoluciona el video con Veo 3: la nueva IA que borra los límites entre lo real y lo artificial

El nuevo modelo de inteligencia artificial de Google, Veo 3, genera videos hiperrealistas que inquietan tanto a cineastas como a espectadores por su capacidad de imitar a la perfección la realidad.

Google acaba de lanzar Veo 3, su modelo más avanzado de generación de video mediante inteligencia artificial, y las redes sociales ya están repletas de clips que desconciertan por su realismo. Este nuevo sistema desarrollado por Google DeepMind no solo crea imágenes visualmente impactantes, sino que también incluye diálogos, bandas sonoras, efectos de sonido y sincronización labial precisa, características que lo posicionan como un salto cualitativo respecto a otras herramientas similares, como Sora, de OpenAI.

El anuncio oficial se realizó durante el evento Google I/O, donde también se presentó Flow, una nueva herramienta que incorpora a Veo 3 como su motor central. La tecnología ya está disponible para suscriptores del plan Google AI Ultra en Estados Unidos, con un costo mensual de U$S 249.

Videos hiperrealistas y desafíos éticos

Los resultados que genera Veo 3 son difíciles de distinguir de un rodaje tradicional. Según Google, el sistema fue desarrollado “informado por nuestro trabajo con creadores y cineastas”, lo que le permite interpretar prompts complejos y traducir descripciones detalladas en escenas coherentes, fluidas y con elementos humanos realistas: rostros expresivos, continuidad narrativa y, algo que otros modelos suelen fallar, cinco dedos por mano.

En uno de los ejemplos más virales, el cineasta y biólogo molecular Hashem Al-Ghaili compartió una serie de cortometrajes protagonizados por actores generados por IA que se rebelan contra sus propios creadores y comandos. La calidad visual, el dramatismo de las actuaciones y la naturalidad de los diálogos sorprendieron —y preocuparon— a miles de usuarios.

“Se siente como si estuviera construyéndose sobre sí misma”, expresó el cineasta Dave Clark en un video promocional, reflejando la sensación de autonomía inquietante que muchos usuarios atribuyen a la herramienta.

Una herramienta potente, pero polémica

La llegada de Veo 3 reaviva el debate sobre el papel de la inteligencia artificial en la industria audiovisual. Aunque algunos creadores celebran la posibilidad de producir contenidos con menos recursos, otros denuncian una amenaza a la creatividad humana. Como destacó la periodista Ina Fried, “la basura generada por IA está en el ojo de quien la mira”, cuestionando los prejuicios que aún persisten frente a esta tecnología.

Además, existen interrogantes sobre la transparencia del entrenamiento del modelo. El sitio 404 Media detectó que Veo 3 repetía el mismo chiste de “padre aburrido” cuando distintos usuarios le pedían generar un monólogo humorístico, lo que sugiere limitaciones en su originalidad o posibles sesgos en los datos utilizados. Casos similares ya habían sido observados con Sora, el modelo de OpenAI, cuando generó un video que contenía una planta decorativa idéntica a la que aparece en muchos videos del youtuber Marques Brownlee, insinuando que el modelo pudo haber sido entrenado con contenido suyo.

¿Hacia dónde va la autoría?

Mientras los clips generados con IA se vuelven más accesibles y realistas, aún no existe un consenso global sobre cómo gestionar derechos de autor, consentimiento de imagen o propiedad intelectual. Este vacío legal se vuelve cada vez más urgente en un mundo donde una IA puede crear en minutos lo que antes requería días de rodaje, edición y producción.

Para algunos expertos como el analista Ethan Mollick, herramientas como Veo 3 pueden ser útiles para trabajos comerciales y de marketing, donde la velocidad y el impacto visual priman sobre la autenticidad o la autoría artística. Sin embargo, la discusión de fondo es mucho más profunda: ¿cómo se redefine el cine, la creatividad y el arte en la era de la inteligencia artificial?

Google, de momento, apuesta fuerte al futuro audiovisual impulsado por IA. Veo 3 es una muestra clara de que la frontera entre lo real y lo artificial ya no es una línea, sino una zona gris cada vez más amplia, en la que cineastas, desarrolladores y espectadores deberán aprender a moverse.

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