Con más de 500 millones de usuarios semanales y más de 2,500 millones de solicitudes diarias, ChatGPT de OpenAI se consolida como la principal referencia en la integración de IA generativa, impactando profundamente la vida y los negocios de personas neurodivergentes y redefiniendo el panorama digital global.
La inteligencia artificial (IA) vive su auge en 2025, y hay un nombre que sobresale por encima del resto: ChatGPT, de OpenAI. Según datos recientes, este asistente procesa más de 2.500 millones de solicitudes al día, lo que equivale a más de 912.000 millones de interacciones anuales.
En apenas tres años desde su lanzamiento preliminar, ChatGPT rompió todos los récords: en febrero de 2025, alcanzó los 400 millones de usuarios activos semanales, y solo un mes después, la cifra se disparó hasta los 500 millones. Estados Unidos lidera la adopción, representando más de 330 millones de consultas diarias y cerca del 15% de la base de usuarios global.
La expansión de la IA generativa se refleja en el creciente uso en todo el mundo. Un estudio de Google e Ipsos revela que el 48% de la población mundial ya utiliza inteligencia artificial, con un entusiasmo del 57% que supera las preocupaciones (43%) respecto a su impacto. Además, el 74% de los trabajadores ya emplea la IA para mejorar su productividad y eficiencia, y hay un marcado optimismo sobre su potencial para transformar campos como la salud, la ciencia y los servicios personalizados..
En este ecosistema, colectivos tradicionalmente marginados, como las personas neurodivergentes —quienes viven con autismo, TDAH, dislexia y otras condiciones—, encuentran una herramienta sin precedentes para integrarse y prosperar. “Sé que es una máquina, pero a veces, sinceramente, es la voz más empática de mi vida”, destaca la cineasta sudafricana Kate D’hotman, quien utiliza ChatGPT para asesorarse antes de enviar mensajes laborales y hasta para analizar semanas de conversaciones personales, logrando entender los matices que le costaban captar. La gerente británica Sarah Rickwood coincide en que, gracias a la IA, ha podido “aprovechar más su potencial intelectual y reducir el estrés de comunicarse”.
El furor alrededor de la IA ha impulsado la aparición de soluciones especializadas. Michael Daniel (en la imagen principal), ingeniero australiano diagnosticado con autismo, desarrolló NeuroTranslator, una aplicación pensada para facilitar la comunicación a personas neurodivergentes en su ámbito familiar y profesional. “Evita cargas emocionales innecesarias”, asegura Daniel, y añade que más de 200 usuarios paganos actualmente por el servicio, cuyo prototipo inicial —Autistic Translator— superó los 500 suscriptores mensuales.
Sin embargo, no todo es optimismo ciego. “La conveniencia puede volverse adictiva y promover una dependencia excesiva”, sostiene Larissa Suzuki, científica de la computación, quien advierte que el abuso de estas herramientas podría reducir la capacidad de adaptación y el pensamiento crítico, especialmente con el uso prolongado en tareas rutinarias. Un estudio conjunto de Carnegie Mellon y Microsoft advierte que el uso continuado de IA generativa puede dejar a los usuarios menos preparados para desenvolverse sin ayuda tecnológica.
Las voces expertas insisten en la importancia de la regulación y en recordar que la IA, a diferencia de un terapeuta humano, no incentiva necesariamente a salir de la zona de confort. El asesor Gianluca Mauro advierte que “los chatbots priorizan la satisfacción del usuario por encima de mecanismos críticos o éticos”, y que, dada la masividad de su uso, la regulación será indispensable en el futuro.
A pesar de advertencias y desafíos, la realidad es contundente: millones de personas se encuentran en la IA una ayuda vital que llena vacíos tangibles. “Como alguien que ha luchado con una discapacidad toda mi vida, necesito esto”, afirma D’hotman, sintetizando el impacto profundo y positivo de la inteligencia artificial en la vida y negocios de las comunidades neurodivergentes y, por extensión, en la sociedad global.
ChatGPT, con sus asombrosas cifras de usuarios y la velocidad de su adopción, se consolida así como el epicentro de una revolución tecnológica que va más allá de la eficiencia: redefinir la empatía, la inclusión y la productividad para las empresas y los individuos del mundo actual.