Microsoft, Meta, Amazon y Alphabet disparan el gasto en infraestructura de inteligencia artificial a más de U$S 300.000 millones anuales. Mientras los beneficios y usuarios crecen, el “boom” de la IA erosiona el flujo de caja y pone presión sobre la economía, avivando el debate sobre la sostenibilidad financiera de este nuevo paradigma tecnológico.
Los números relacionados a la IA no tienen precedentes. Al igual que los inimaginables beneficios a las ciencias, el dinero invertido hasta hoy no tiene precedentes.
El último ciclo de resultados de las grandes tecnológicas dejó cifras récord y un mensaje claro: la inteligencia artificial (IA) ya es el motor estratégico de Silicon Valley. Pero detrás del entusiasmo y las subidas bursátiles, emerge una realidad menos visible: el gigantesco gasto en centros de datos, chips, talento y energía está renando el flujo de caja de compañías líderes y reconfigurando el corazón financiero de la economía global.
Un cambio de modelo: de “ligero en activos” a mastodonte de capital
En 2025, Amazon, Meta, Alphabet y Microsoft invertirán más de U$S 300.000 millones solamente en infraestructura para IA: Amazon supera los U$S 100.000 millones, Microsoft y Alphabet destinarán U$S 80.000 y U$S 85.000 millones respectivamente, y Meta prevé entre U$S 66.000 y U$S 72.000 millones. Esto supone un salto del 30% respecto al año anterior, y la carrera no muestra señales de desacelerar.
Durante años, estos gigantes brillaron por su modelo “asset-light” o ligero en activos: plataformas, software y propiedad intelectual producían rentabilidades asombrosas sin necesidad de inversiones físicas descomunales. Pero la IA ha girado el tablero.
Mark Zuckerberg, CEO de Meta, lo resumió así: “Estoy entusiasmado por desarrollar superinteligencia personal para todo el mundo”. En el último trimestre, Meta desembolsó U$S 17.000 millones en infraestructura de IA —el doble que el año anterior— y disparó su capex anual proyectado hasta U$S 72.000 millones.
El impacto se ve en el flujo de caja libre. Si entre 2016 y 2023, el flujo operativo y la utilidad neta de los cuatro grandes crecían en línea, este año la brecha se abrió: las ganancias netas subieron 73% a U$S 91.000 millones en el segundo trimestre, pero el flujo de caja libre conjunto cayó a U$S 40.000 millones, un descenso del 30% respecto a dos años antes.
¿Inversión rentable o burbuja por explotar?
El consenso es que la IA elevará la productividad y el crecimiento en el largo plazo. Sin embargo, el retorno económico real aún está en duda. Como admite Susan Li, directora financiera de Meta: “Estamos en una etapa temprana del ciclo de vida de estas inversiones… No esperamos generar ingresos significativos de nada de esto en el corto plazo”. OpenAI y Anthropic, los desarrolladores de modelos líderes, siguen arrojando pérdidas pese a su crecimiento vertiginoso.
Las grandes, no obstante, confiamos: “No planeamos reducir nuestras inversiones en IA”, aseguró Andy Jassy, CEO de Amazon. Este año, el grupo invertirá U$S 100.000 millones en IA y la nube, convencido de que es una “oportunidad de negocio única en la vida”.
El contagio a la macroeconomía
La magnitud de estas inversiones ya repercute en los balances nacionales. Desde inicios de 2023, la inversión en equipos de procesamiento de información en EE.UU. creció 23%, mientras que el PBI aumentó apenas un 6%.
Solo ese rubro explicó más de la mitad del modesto 1,2% de crecimiento económico durante el primer semestre. Si bien la IA sostiene la economía ante un consumo estancado, el agotamiento de liquidez y la presión sobre las tasas de interés empiezan a preocupar a analistas e inversores.
Jason Thomas, jefe de investigación en Carlyle Group, alerta: “Todo este gasto de capital puede ser muy productivo… pero quizás en un horizonte de tiempo más extenso al lo que el mercado está dispuesto a esperar”.
En suma, aunque el temor a una burbuja tipo “puntocom” parezca lejana —estas compañías son rentables y la demanda de cómputo aún excede la oferta—, el futuro de la IA dependerá de la capacidad para traducir tamaño e innovación en verdaderos dividendos. El mercado observa: el riesgo existe, y la apuesta nunca fue tan grande.