Beijing urgió a firmas locales a no usar procesadores H20, sobre todo en proyectos estatales, justo cuando la administración de EE.UU. autorizó ventas condicionadas que garantizan al Tesoro un 15% de los ingresos por esas operaciones. La jugada abre un nuevo frente en la guerra tecnológica entre Washington y Pekín.
La administración china ha enviado en las últimas semanas comunicaciones a empresas del sector instándolas a evitar el uso de los procesadores Nvidia H20, especialmente en trabajos vinculados al gobierno o a la seguridad nacional, según fuentes citadas por la prensa internacional. Las indicaciones no constituyen una prohibición formal, pero sí buscan desalentar su adopción y priorizar alternativas nacionales.
La decisión de Pekín complica la maniobra de la Casa Blanca, que en los últimos días autorizó la reanudación de ventas de chips AI de menor potencia a China a condición de que Nvidia y AMD cedan el 15% de los ingresos generados por esas ventas al gobierno estadounidense, un acuerdo que varios analistas han calificado de inusual y políticamente cargado.
¿Por qué importa el H20? El chip fue diseñado por Nvidia para cumplir restricciones previas de exportación y, aunque es menos potente que los aceleradores tope de gama, ofrece una alta velocidad de memoria que lo hace útil en la fase de inferencia de modelos de IA. En comparativa técnica, el H20 entrega cifras del orden de 148 TFLOPS (FP16) y una ancho de banda de memoria de ~4,0 TB/s, frente a los niveles muy superiores de los modelos más avanzados de la compañía. Esa combinación lo hizo atractivo para grandes plataformas chinas que necesitan capacidad de inferencia a escala.

El contraste geopolítico fue expuesto en público por el propio presidente estadounidense: “El H20 es obsoleto”, declaró Donald Trump, para acto seguido justificar la reapertura limitada de ventas al afirmar que el procesador “todavía tiene mercado” en China. La Casa Blanca defiende su decisión señalando que chips más avanzados permanecerán restringidos.
Pekín, por su parte, ha intensificado los cuestionamientos sobre seguridad: en algunas notas oficiales se preguntó a proveedores por qué prefieren el H20 sobre alternativas locales y si han detectado problemas de seguridad en el hardware. Las autoridades estatales han llevado el asunto a mesas con grandes empresas tecnológicas y difundido artículos en medios oficiales que ponen en duda la confiabilidad de esos componentes; Nvidia ha replicado que “el H20 no es un producto militar ni para infraestructura gubernamental” y que China dispone de suministro doméstico suficiente.
El mercado reaccionó de inmediato: Cambricon, diseñador chino de chips AI, llegó a dispararse hasta su tope diario de suba del 20% tras las noticias, en una señal de que los inversores apuestan a un impulso para alternativas locales si Pekín endurece aún más su guía.
Analistas y expertos plantean que la maniobra de Beijing puede responder a dos objetivos paralelos: contener riesgos —como la posibilidad de funciones de rastreo o apagado remoto que algunas voces han señalado como teóricas— y forzar demanda hacia fabricantes locales para acelerar la independencia tecnológica. “Pekín parece usar la incertidumbre regulatoria para crear un mercado cautivo capaz de absorber la oferta de Huawei, mientras sigue permitiendo compras cuando las necesita”, analizó Lennart Heim, investigador asociado en RAND, en comentarios recogidos por la prensa.
Las tensiones dejan en claro que la reapertura de ventas a China, y la fórmula de recaudar el 15% de ingresos, podrían no traducirse en un beneficio rápido para Nvidia y AMD si los clientes locales optan por alinearse con las directivas estatales. También subrayan un dilema mayor: ¿convierte Washington la seguridad en una transacción financiera o erosiona así la eficacia de los controles de exportación? Legisladores y expertos legales ya advierten sobre riesgos y posibles desafíos jurídicos.
En definitiva, el H20 se ha transformado en un nuevo punto de fricción en la competición tecnológica global: no solo por sus capacidades técnicas, sino porque su distribución y uso están ahora sometidos a decisiones políticas que determinarán quién puede desarrollar y desplegar IA a escala. Si Pekín amplía restricciones más allá de usos “sensibles”, el efecto sobre los ingresos y la estrategia de Nvidia en China podría ser significativo; si no, el acuerdo de la Casa Blanca podría traducirse en un flujo de caja extra para el Tesoro estadounidense.
Fuente: Bloomberg, Reuters, Business Insider