El gobierno de Donald Trump analiza tomar hasta 10% de Intel y convertir U$S 10.900 millones de subsidios del CHIPS Act en participación accionaria. La jugada, aún en discusión, apunta a reencarrilar el “hub” fabril de Ohio y consolida una estrategia de intervenciones directas del Estado en semiconductores.
La posibilidad de que Washington se sume al capital de Intel marcó la semana en Wall Street y en el tablero geopolítico. Según Bloomberg y Reuters, la Casa Blanca sopesa adquirir hasta un 10% del fabricante y transformar U$S 10.900 millones en subvenciones ya comprometidas por el CHIPS and Science Act en equity. El objetivo táctico: dar oxígeno financiero y certidumbre al complejo de fábricas que la compañía prometió levantar en Ohio—anunciado como “el mayor del mundo” y sometido a sucesivas demoras.
El viraje llega tras una semana intensa para el flamante CEO de Intel, Lip-Bu Tan. Primero, Trump pidió su salida por presuntos conflictos derivados de inversiones pasadas vinculadas a China. Luego, ambos se reunieron en Washington y el tono cambió. “La reunión fue muy interesante… Su éxito y ascenso son una historia asombrosa”, escribió el presidente, que anticipó más conversaciones a nivel de Gabinete.
Por ahora, el mensaje oficial es prudente. “Las conversaciones sobre acuerdos hipotéticos deben considerarse especulación a menos que sean anunciadas oficialmente por la administración”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Kush Desai. Intel, por su parte, evitó confirmar negociaciones pero subrayó su “compromiso para fortalecer el liderazgo de EE.UU. en tecnología y manufactura”.
Qué está en juego
Intel necesita apuntalar su plan industrial en Ohio, un nodo que la empresa presentó como clave para recuperar terreno en litografía avanzada y packaging, y que—según fuentes—requiere un andamiaje financiero más robusto ante el contexto de tasas, costos y la presión competitiva. Un ingreso del Estado como accionista minoritario complementaría los incentivos del CHIPS Act con una señal de alineamiento estratégico de más largo plazo.
En el mercado, los titulares activaron una reacción inmediata: las acciones llegaron a trepar más de 7% en la rueda del anuncio y extendieron la suba hasta 2,6% después del cierre, antes de recortar parte del avance al inicio de la semana siguiente. La volatilidad refleja dos lecturas: por un lado, el “sello de garantía” que otorga el Tesoro; por otro, el reconocimiento de que la ejecución fabril y tecnológica sigue siendo el verdadero examen.
Una estrategia de “intervención selectiva” en chips
La potencial operación con Intel no aparece aislada. En paralelo, la administración cerró con Nvidia un esquema por el cual el Gobierno recibirá 15% de ciertos ingresos por ventas de semiconductores a China, un modelo de “remisión” que busca desincentivar exportaciones sensibles y, a la vez, capturar renta extraordinaria.
Además, el Pentágono acordó una inyección de U$S 400 millones en MP Materials vía acciones preferentes y warrants, con lo que se convierte en principal accionista de un proveedor crítico de tierras raras—insumo clave para imanes y motores usados en defensa y electrónica. La señal es clara: cuando la cadena de suministro es estratégica, el Estado está dispuesto a asumir riesgo de capital.
Implicancias para Intel, el mercado y la competencia
Para Intel, una toma de participación implicaría tres vectores de impacto:
- Financiamiento y credibilidad de proyecto. Un socio “soberano” reduce el costo de capital y mejora la bancabilidad de la megaplanta de Ohio y su ecosistema de proveedores.
- Gobernanza y escrutinio. Aun como accionista minoritario, el Gobierno podría exigir hitos de ejecución, transparencia en CAPEX y prioridades alineadas a seguridad nacional (por ejemplo, capacidad disponible para defensa o nodos específicos). Eso añade capas de control a una empresa que compite contra TSMC, Samsung y la oleada de modelos abiertos que empujan demanda y precios en IA.
- Señal al resto del sector. La combinación de equity estatal (Intel/MP Materials) y captura de ingresos (Nvidia) perfila un toolkit más agresivo que los incentivos tradicionales. Para rivales y socios, el mensaje es que el acceso a subsidios podría condicionarse a contraprestaciones económicas o de gobernanza.
Lo que falta responder
Quedan preguntas críticas: tamaño y precio de la participación; derechos políticos asociados (¿habrá asiento en el directorio o solo derechos económicos?); y cómo se articulará con los desembolsos ya comprometidos del CHIPS Act y con la competencia global por capacidad en 2 nm y 3 nm. También habrá que seguir la reacción de los reguladores y de los inversores frente a un Estado que, cada vez más, pasa de árbitro a jugador.
Mientras tanto, el clima político viró a la foto de cooperación. Tras el encuentro en Washington, Intel dejó trascender que el diálogo fue “franco y constructivo” y reafirmó su norte industrial en EE.UU. En paralelo, Trump bajó el tono: “Su éxito y ascenso son una historia asombrosa”, dijo sobre Tan. Si ese nuevo entendimiento se materializa en acciones, Ohio podría convertirse en el caso testigo de la reindustrialización digital con músculo público-privado.