La IA dejó de ser una promesa para transformarse en herramienta: desde Sogrape, Viña Concha y Toro y Treasury Wine Estates hasta pequeñas bodegas argentinas, el uso de algoritmos abarca riego, predicción de cosechas, control de fermentación y hasta el diseño de etiquetas —pero siempre con la toma de decisiones en manos humanas.
Del viñedo a la bodega: precisión, eficiencia y sostenibilidad
Aunque la vitivinicultura arrastra siglos de tradición, grandes actores del mercado ya despliegan inteligencia artificial para optimizar procesos críticos. en Chile, Viña Concha y Toro, por ejemplo, aplica IA en áreas que van desde el mantenimiento de líneas de embotellado hasta la viticultura de precisión y el “wine quality forecasting”.
Álvaro González, director del Centro de Investigación e Innovación (CII) en Maule, resume los beneficios: “mejorada productividad del viñedo y pronóstico de calidad, mapeo eficiente del stock de carbono del suelo, reducción de costos de mantenimiento en las líneas de embotellado y mejor conocimiento del consumidor”, dijo González. Además anunciaron planes para extender la IA a riego y pronóstico de rendimientos “mediante visión artificial” y para estudiar fenotipos de variedades y clones en condiciones específicas.
Treasury Wine Estates combina analítica predictiva, automatización y generative AI: instaló vehículos guiados automáticos (AGV) para mover barricas —reduciendo riesgos por manipuleo manual y uso de montacargas— y desarrolló un modelo predictivo de demanda a cinco años que mejora la alineación entre producción y demanda.
En viñedos, la compañía trabaja con The Yield (Yamaha Agriculture) integrando más de 20 años de datos históricos con imágenes satelitales y datos en tiempo real, lo que permite predecir la fecha de cosecha hasta 18 meses antes y estimar rendimientos por cuartel. “En Treasury Wine Estates sabemos que la IA tiene el poder de transformar la forma en que trabajamos… Desde mejorar cómo cultivamos y elaboramos vino hasta predecir patrones climáticos y conservar agua, la IA ya forma parte de lo que hacemos, y su rol solo seguirá creciendo”, dijo Kerrin Petty, directora de abastecimiento y sostenibilidad.
Empresas como Journeys End (Sudáfrica) usan drones para mapeo y NDVI, sondas de temperatura en tanques (VinPilot) y evalúan sensores de humedad para afinar riego y fertilización. Sin embargo, como advierte Mike Dawson, enólogo de Journeys End: “En términos generales, tenemos un enfoque bastante tradicional en la viticultura… debido al desplazamiento laboral que podría crear, lo cual va en contra de la ética de Journeys End”. La adopción, por tanto, suele combinar mejora de precisión con cautela operativa.
En el plano corporativo y de marketing, Sogrape (Portugal) fue más allá: implementó Microsoft Copilot a más de 150 empleados con “más de 10 horas” de formación por persona, y desarrolló un agente interno de IA, Matty, “que ayuda a nuestra gente con información interna sobre procesos, equipos, RR.HH. y más” y se está vinculando a datos comerciales para ofrecer inteligencia de mercado, según André Soares Campos.
Límites, empleo y el rol insustituible del enólogo
La IA acelera tareas, ahorra tiempo y reduce incertidumbres, pero no sustituye la decisión técnica ni la identidad de una marca. Harry Symington, de Symington Family Estates, lo sintetiza: “No se trata de reemplazar a las personas, ni mucho menos, sino de potenciar nuestras capacidades internas… Nuestra dirección a largo plazo siempre debe estar guiada por personas que entienden y se preocupan profundamente por lo que representamos.”
En Argentina, la adopción también progresa: bodegas como Nieto Senetiner y Cadus aplican sistemas automáticos de remontado en fermentación; Santiago Mayorga, enólogo, explica: “Entendemos la IA como toda aquella máquina que tiene un algoritmo que de alguna manera hace más inteligente al hombre… Es una herramienta más que nos ayuda a liberar la cabeza en algunas cosas para poder ser más creativos, más innovadores y poder hacer los procesos con más precisión”. El sistema Air Mixing de Parsec, que usan algunas bodegas, permite acortar fermentaciones a 7–10 días, controlar temperatura y operar desde el celular.
Familia Morcos está entrenando “AI Agents” con libros y datos locales para crear “enólogos virtuales”: “Son como enólogos virtuales. Los entrenamos con nuestra información… Nos ayudan en decisiones enológicas o en consultas”, dice Matías Morcos. En marketing, Antigal utiliza IA en etapas creativas y brainstorming para optimizar tiempos; Soledad Mayorga afirma: “Utilizamos IA en la etapa inicial del proceso creativo… Nos ayuda a optimizar tiempos”.
A nivel académico, la Universidad Juan Agustín Maza lanzará un curso sobre “Control Automático de Procesos e IA aplicado a la Vitivinicultura”; Humberto Colombo advierte: “La IA es un gran desafío que implica mayor capacitación, más inversión, compromiso con el medio ambiente pero, a su vez, crea nuevas y grandes oportunidades”.
Aunque muchas bodegas pequeñas admiten estar todavía en la etapa de observación —esperando aprender de los ensayos de los grandes— la tendencia es clara: IA aplicada correctamente reduce insumos, minimiza desperdicio, mejora predicciones y permite adaptar la oferta al gusto del consumidor sin sacrificar la artesanía donde ésta es esencial.
En última instancia, la IA en el mundo del vino está redefiniendo labores repetitivas y procesos predictivos, pero deja intacta la brújula humana: la estrategia de marca, la visión enológica y las decisiones creativas siguen siendo decisiones de personas. La apuesta, entonces, es complementar la pericia humana con herramientas que permitan producir mejor, más sosteniblemente y con mayor conocimiento del mercado —sin perder la identidad que hace único a cada vino.