Jonathan Gray pone la IA “en la cima” del checklist de riesgos en cada due diligence. Blackstone ya rechaza compras y reconfigura negocios ante una disrupción que puede borrar industrias enteras.
Jonathan Gray, presidente de Blackstone Group, lanzó una advertencia directa en el Financial Times Private Capital Summit: los inversores de Wall Street están siendo complacientes respecto del potencial de la inteligencia artificial para dejar obsoletos modelos de negocio enteros. Para el brazo privado del gigante de capital, entender los riesgos de la IA ya es una prioridad esencial al evaluar operaciones y carteras.
“Les dijimos a nuestros equipos de crédito y de capital: aborden la IA en las primeras páginas de sus memos de inversión.” —Jonathan Gray, presidente de Blackstone.
Gray pidió que la conversación deje de ser marginal y pase a ser la más relevante en la sala de inversión. Blackstone, que ha sido uno de los inversores más activos en la infraestructura que alimenta modelos de lenguaje, explica que su análisis hoy considera no sólo las oportunidades, sino el potencial de destrucción masiva que la IA puede provocar en actividades basadas en reglas y procesos repetibles.
“Si piensas en negocios basados en reglas —legal, contabilidad, procesamiento de transacciones y de siniestros— esto va a ser profundo.” —Jonathan Gray.
El mensaje es doble: por un lado, riesgo. Gray evocó el ejemplo de los títulos de taxi de Nueva York, que multiplicaron su valor casi 500 veces durante décadas y luego perdieron aproximadamente 80% de su valor cuando llegaron Uber y Lyft. Por otro lado, oportunidad: la tecnología también puede generar productividad y “crear billones de dólares (U$S) en nueva riqueza corporativa”, según el discurso de Blackstone.
Decisiones prácticas: cortar, reubicar y financiar con cautela
La evaluación de riesgos de Blackstone no es solo retórica. Según Gray, la firma ha decidido no adquirir ciertas compañías de software y centros de atención telefónica por su vulnerabilidad ante IA. Además, Blackstone ha reorientado inversiones industriales —menciona haber reposicionado empresas de su portafolio como Copeland y Legence— para ofrecer productos a proveedores de infraestructura de IA, y ha invertido con fuerza en empresas de servicios públicos que abastecen data centers.
Aun así, la firma mantiene exposición: su negocio de crédito privado ha prestado miles de millones de dólares (U$S) a compañías de software empresarial, como Medallia, que corren el riesgo de perder clientes frente a competidores acelerados por IA. Esa tensión explica la prudencia: evaluar cada operación bajo la lupa de la disrupción tecnológica.
“Lo hemos puesto en la cima de nuestra lista cuando evaluamos el potencial downside de las inversiones.” —Jonathan Gray.
Gray reconoció además el fenómeno de exuberancia en el mercado: valoraciones altas de compañías que pierden dinero y relaciones financieras circulares entre jugadores han alimentado miedos de burbuja. Citó la analogía de Pets.com en 2000 como ejemplo de posible mala asignación de capital, pero subrayó que la verdadera pregunta que muchos no se hacen es qué pasa con los negocios heredados que la IA puede devastar.
¿Qué deben hacer los dealmakers y directores financieros?
Blackstone pide una doble disciplina: no perder oportunidades ni ignorar amenazas. Gray resumió la consigna de la firma: cada equipo de inversión debe analizar el impacto de la IA en cada deal, no como un añadido sino como el tema número uno en la sala.
Para los ejecutivos esto implica acciones concretas:
- Incluir análisis de riesgo por IA en las primeras páginas de todos los memos de inversión.
- Revisar portafolios existentes para identificar empresas expuestas a automatización de tareas basadas en reglas.
- Reorientar activos industriales hacia la cadena de valor de la IA (energía, data centers, componentes).
- Evaluar covenants y condiciones en préstamos a empresas de software para mitigar riesgo de pérdida rápida de clientes.
“Actuar como si todo siguiera igual sería un error.” —Jonathan Gray.
Balance: disrupción vs. productividad
Gray no propone una visión apocalíptica: admite que la IA generará “disrupciones negativas” —pérdida de empleos y obsolescencia de ciertos negocios—, pero también subraya beneficios de productividad subestimados que pueden traducirse en enormes ganancias para corporaciones y economías enteras. La clave, dijo, es que los equipos de inversión y gestión no pierdan ni el respeto por los riesgos ni la oportunidad de participar en la construcción de la nueva economía.
En suma, desde la mirada de Blackstone la IA es ahora un factor estratégico que debe condicionar precio, estructura y gobernanza de las operaciones de capital privado. Para los mercados y corporaciones, la advertencia es clara y pragmática: revisar carteras, repensar modelos y, sobre todo, no asumir que la próxima ola tecnológica se integrará sin destruir lo viejo.