La nueva estrategia de Google en inteligencia artificial se apoya en un activo que ningún rival puede igualar: la gigantesca cantidad de datos que acumula sobre miles de millones de usuarios en todo el mundo. Esa ventaja promete asistentes más útiles y contextuales, pero también reaviva los temores de una IA que vigila más de lo que ayuda.
Robby Stein, vicepresidente de Producto de Google Search, sintetizó la visión de la compañía en el podcast “Limitless”: “creemos que hay una enorme oportunidad para que nuestra IA te conozca mejor y luego sea exclusivamente útil gracias a ese conocimiento”. Según el ejecutivo, cada vez más personas usan la búsqueda para pedir consejos u opiniones, y ese tipo de consultas se beneficia de respuestas subjetivas y personalizadas.
En la conferencia para desarrolladores Google I/O, Stein destacó que la IA puede entender mejor al usuario mediante servicios conectados como Gmail, integrando señales de correos, hábitos y contexto para ajustar las respuestas. El objetivo declarado es construir algo “mucho más útil” que una simple lista genérica de productos o enlaces, y avanzar hacia una búsqueda que se sienta hecha a medida para cada persona.
Gemini se alimenta de todo el ecosistema Google
La pieza central de esta apuesta es Gemini, el modelo de IA generativa que reemplazó a Bard y que se ha ido filtrando en casi todo el portafolio de productos de la empresa. Hoy, Gemini está integrado en aplicaciones de Workspace como Gmail, Calendar y Drive, donde puede, por ejemplo, resumir correos extensos de forma automática salvo que el usuario decida desactivar esa función.
Además, Google lanzó Gemini Deep Research, un producto que combina datos personales con capacidades avanzadas de análisis, y comenzó a usar información de correos, documentos, fotos, historial de ubicaciones y navegación para ofrecer respuestas más afinadas. Esta integración profunda significa que la IA no solo sabe qué se busca, sino también cómo, cuándo y desde qué contexto se hace cada consulta.
La delgada línea entre ayuda y vigilancia
El corazón del debate es hasta qué punto esta personalización cruza la frontera hacia algo más cercano a la vigilancia. A medida que Google expande el uso de datos personales en su “mente colectiva” algorítmica, distinguir entre un asistente útil y uno intrusivo se vuelve cada vez más complejo. A diferencia de servicios claramente opt‑in, esquivar la recolección de datos de Google será más difícil si la IA se convierte en la capa por defecto de todos sus productos.
El artículo original traza un paralelismo con la serie de Apple TV “Pluribus”, donde un sistema llamado “Others” absorbe conocimiento íntimo sobre las personas y anticipa cada una de sus necesidades sin consentimiento explícito. Como la protagonista Carol, muchos usuarios podrían sentir que una IA que “lo sabe todo” sobre sus hábitos, gustos y decisiones se vuelve inquietante, incluso si sus respuestas buscan ser amables y convenientes.
Controles de privacidad… con letra chica
Google insiste en que ofrece mecanismos de control y transparencia. Stein adelantó que la compañía marcará claramente cuándo una respuesta de IA está personalizada, para que el usuario pueda “entender intuitivamente cuándo se le muestra información hecha para él y cuándo algo que vería cualquiera”. También habló de escenarios en los que Google enviaría notificaciones si un producto que alguien estuvo investigando durante días vuelve a estar disponible o entra en oferta, como ejemplo de esta “ayuda” transversal en la vida digital cotidiana.
En la configuración de Gemini, los usuarios pueden decidir qué aplicaciones conectadas se usan para hacer la IA “más conocedora” de su perfil, a través del apartado “Connected Apps”. Google señala en su documentación que los datos compartidos con Gemini se administran bajo la política de privacidad específica de este servicio e incluso recuerda a los usuarios que no ingresen información confidencial que no desearían que viera un revisor humano o que se use para mejorar productos.
El futuro de la búsqueda, según Google
Para Stein, el futuro de la búsqueda no se define por una única función espectacular, sino por la suma de microinteracciones en las que Google “es increíblemente útil” a lo largo de distintos momentos, dispositivos y formatos. En esa visión, la compañía deja de ser solo un buscador de “10 enlaces azules” y se convierte en un agente proactivo que anticipa necesidades, organiza información personal y sugiere decisiones cotidianas.
La gran incógnita para usuarios, reguladores y competidores es si esa promesa de una IA “únicamente útil porque te conoce” terminará percibiéndose como un servicio imprescindible o como un peaje demasiado alto en términos de privacidad y autonomía. Lo único seguro, por ahora, es que Google no piensa renunciar a la ventaja competitiva que le da saber, mejor que nadie, quiénes son y cómo se comportan sus miles de millones de usuarios.

