EE.UU. autorizó que Nvidia envíe su acelerador de IA H200 a “clientes aprobados” en China, condicionando las exportaciones a un recargo del 25% y un control por el Departamento de Comercio. La medida abre la puerta a miles de millones de dólares en ventas y provoca críticas de senadores demócratas y expertos que advierten riesgos para la seguridad y la ventaja tecnológica de Estados Unidos.
La Casa Blanca confirmó que permitirá a Nvidia exportar su acelerador para centros de datos H200 a clientes aprobados en China, con la condición de que el gobierno de EE.UU. reciba un recargo del 25% sobre las ventas cuando las unidades se envíen desde fábricas en Taiwán para su inspección por la Oficina de Industria y Seguridad (BIS) del Departamento de Comercio. Tras la revisión, las GPUs podrían ser reexportadas a los compradores chinos autorizados.
Para Nvidia, el gesto es una victoria estratégica: la compañía puede —según analistas citados por la prensa— recuperar “miles de millones” en ventas perdidas al quedar de nuevo habilitada en un mercado clave. La decisión además abre la puerta, en principio, a que otros fabricantes estadounidenses como AMD e Intel puedan vender chips de grado similar a clientes aprobados en China. Tras los anuncios, las acciones de Nvidia y AMD subieron alrededor de 2% en la cotización posterior, mientras que Intel registró un avance menor, por debajo del 1%.
El anuncio responde a intensas deliberaciones internas y a gestiones del propio Jensen Huang, CEO de Nvidia, quien mantuvo reuniones con la administración. Trump afirmó en su post en Truth Social que informó al presidente chino Xi Jinping y que la respuesta de Beijing fue favorable; además defendió la medida diciendo: “Protegeremos la seguridad nacional, crearemos empleos en Estados Unidos y mantendremos la ventaja de América en IA”. La Casa Blanca y los comunicados oficiales subrayan que los envíos irán solamente a “clientes aprobados” y que la operación buscaría equilibrar intereses económicos y de seguridad.
La reacción en Washington fue inmediata y enfrentada. Legisladores demócratas, entre ellos la senadora Elizabeth Warren, calificaron la decisión como potencialmente “un fracaso colosal económico y de seguridad nacional” por entregar capacidades avanzadas a actores chinos que podrían acelerar sus programas de IA. Expertos en seguridad y competidores también alertaron que facilitar acceso a chips de alto rendimiento podría beneficiar a empresas chinas que compiten con EE. UU. en inteligencia artificial y, en algunos casos, con usos duales en contextos sensibles.
Desde la óptica técnica y del mercado, el H200 está por delante de lo que actualmente ofrece la cadena local china y, según análisis, es “al menos una generación” superior a los diseños domésticos —aunque Beijing ha incentivado desarrollo local y, en ocasiones, desaconsejado la adopción de chips extranjeros por entidades estatales. El esquema propuesto —inspección en EE. UU. y recargo del 25%— intenta ofrecer una fórmula de control y renta, pero deja preguntas abiertas: ¿será suficiente la vetusta condición de “clientes aprobados” para mitigar riesgos de uso militar o de seguridad? ¿Aceptará China la importación masiva dados sus incentivos para sostener industrias domésticas?
Nvidia ha celebrado la medida, afirmando que ayudará a “apoyar empleos bien remunerados y la manufactura en Estados Unidos” y que ofrecer H200 a clientes comerciales aprobados y revisados por el Departamento de Comercio “logra un equilibrio reflexivo que es bueno para América”. No obstante, fuentes y analistas advierten que la decisión podría acelerar reuniones internas en China para regular y limitar la adopción pública del H200, y que la disponibilidad real dependerá tanto de la demanda privada como de decisiones regulatorias en Pekín.
En el Capitolio y en círculos de política exterior la medida reaviva un debate mayor: si la apertura comercial se instrumenta como ingreso de renta para el gobierno (el 25%) pero reduce la ventaja tecnológica estratégica, ¿en qué momento los beneficios económicos compensan los riesgos geopolíticos? La administración definió la movida como una mezcla de control y pragmatismo comercial; los críticos la ven como una concesión con potenciales costes a largo plazo para la seguridad tecnológica estadounidense.

