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Ilya Sutskever y Safe Superintelligence: la nueva frontera de la superinteligencia en IA

El renombrado investigador de IA, tras dejar OpenAI, impulsa una startup valorada en U$S 30 mil millones que apuesta por desarrollar una superinteligencia capaz de superar a los expertos en casi cualquier campo.

El panorama de la inteligencia artificial (IA) se está transformando de manera vertiginosa, y uno de los protagonistas de este cambio es Ilya Sutskever, un científico reconocido por su papel fundamental en OpenAI y en el desarrollo de la tecnología detrás de ChatGPT.

Tras abandonar OpenAI el año pasado, Sutskever fundó Safe Superintelligence (SSI), una startup que ya se posiciona como una de las compañías de IA más valiosas del mundo, con una valoración de U$S 30 mil millones.

Según fuentes cercanas, inversores de capital riesgo han destinado cerca de U$S 2 mil millones a esta empresa secreta, lo que subraya la confianza en el proyecto y en el futuro de la superinteligencia.

Sutskever se ha ganado una reputación impresionante en Silicon Valley, y su salida de OpenAI se produjo tras una dolorosa ruptura con el CEO Sam Altman.

En SSI, el objetivo es ambicioso: desarrollar una “superinteligencia” —término que designa una IA capaz de superar en rendimiento a los expertos en casi cualquier disciplina— sin la presión de lanzar productos al mercado antes de alcanzar este hito.

En contraste con gigantes como Google, OpenAI y Anthropic, que lanzan chatbots y aplicaciones comerciales mientras avanzan en investigación, SSI se centra exclusivamente en alcanzar niveles de inteligencia que puedan transformar el futuro de la tecnología.

El propio Sutskever ha sido claro sobre su enfoque innovador, afirmando:

“No estoy desarrollando una IA avanzada utilizando los mismos métodos que utilizábamos en OpenAI. He identificado ‘otra montaña que escalar’, y ya se están viendo las primeras señales de éxito.”

Esta declaración resalta la determinación de Sutskever de no replicar modelos previos, sino de buscar caminos inexplorados que, aunque conllevan un alto riesgo, podrían cambiar radicalmente el mundo de la IA. James Cham, socio de Bloomberg Beta, comentó al respecto:

“Todo el mundo tiene curiosidad por saber exactamente qué es lo que está impulsando y cuál es la clave de su visión. Es un riesgo super alto, y si funciona, quizá tengas la oportunidad de ser parte de alguien que está cambiando el mundo.”

La operación de SSI se lleva a cabo en un ambiente de altísimo secreto. Con oficinas en Silicon Valley y Tel Aviv, la startup cuenta con apenas unos 20 empleados, una cifra diminuta en comparación con los más de 1,000 profesionales de otras compañías del sector, como OpenAI o Anthropic. La política de confidencialidad es tan rigurosa que a los candidatos en entrevistas se les exige dejar su teléfono en una jaula Faraday, un dispositivo diseñado para bloquear señales celulares y Wi-Fi, antes de ingresar a las instalaciones.

A pesar de su reducido tamaño, SSI ha logrado captar la atención de importantes inversores como Sequoia Capital, Andreessen Horowitz y, en esta ronda de financiación, Greenoaks Capital, que ha impulsado la valoración de la compañía desde U$S 5 mil millones en septiembre hasta los actuales U$S 30 mil millones. Este crecimiento exponencial refleja tanto el prestigio de Sutskever como la convicción del mercado sobre el potencial de la superinteligencia.

El recorrido de Sutskever es tan interesante como su visión. Nacido en la ex Unión Soviética, creció en Israel y se consolidó como investigador en Canadá, donde coautoró importantes trabajos sobre algoritmos de deep learning. Tras un breve paso por Google, se unió a OpenAI en 2015, atraído por la visión de Elon Musk y Sam Altman de desarrollar una inteligencia artificial general (AGI) para el bien público. Sin embargo, la transformación de OpenAI, de un laboratorio de investigación a una compañía orientada a productos y generación de ingresos, provocó tensiones internas que culminaron en su salida.

Durante ese período convulso, Sutskever se vio involucrado en momentos decisivos, como cuando en noviembre de 2023 comunicó a su jefe que la junta de OpenAI había decidido despedir a Altman por falta de transparencia. Este episodio, que generó una crisis interna con cientos de empleados dispuestos a renunciar y la oferta de Microsoft para contratar al equipo, terminó con la reincorporación de Altman, situación que Sutskever lamentó:

“Lamento mi participación en las acciones del consejo.”

Una vez desvinculado definitivamente, Sutskever fundó SSI junto a otros exinvestigadores de OpenAI, como Daniel Levy, y al inversor Daniel Gross. Con una financiación inicial modesta, la empresa levantó U$S 1 mil millones en septiembre para impulsar su misión de desarrollar una superinteligencia “segura” que evite las tensiones entre productos y pura investigación, tal como se vive en otras grandes compañías.

En una rara aparición pública durante la conferencia NeurIPS de diciembre, Sutskever compartió sus visiones sobre el futuro de la IA, afirmando:

“No es un mal resultado si se llega a tener IA y lo único que desean es convivir con nosotros.”

Esta perspectiva optimista sobre la coexistencia entre humanos y máquinas subraya el compromiso de SSI no solo con la innovación tecnológica, sino también con la creación de un futuro en el que la inteligencia artificial se integre de forma segura y ética en la sociedad.

Con una valoración de U$S 30 mil millones y una estrategia centrada en la investigación de superinteligencia, SSI se posiciona como uno de los proyectos más ambiciosos y arriesgados de la era de la IA. La apuesta de Ilya Sutskever y su equipo es, sin duda, un reflejo de la evolución del sector y una señal de que la búsqueda de una inteligencia artificial que trascienda los límites actuales está más viva que nunca.

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